Al final de tu viaje, transcurridos todos los años de tu vida, tu destino eterno quedará determinado de acuerdo a cómo escuchaste la voz de tu conciencia...


La conciencia

Tu conciencia es un testigo perfecto. Recuerda todos tus actos y pensamientos. Y aún más, sopesa y registra tus motivos, las razones por las que dijiste o hiciste algo. Es tu parte más honesta, la fuente de toda integridad, lo que más te asemeja a tu Creador.

Independientemente de la cultura, raza, o nación a que pertenezcas, la conciencia es común a todos los seres humanos. Es el aspecto más sensible que hay en tu interior, y es innato. Es el conocimiento instintivo del bien y el mal. La conciencia es la voz de Dios que hay en tu interior que te anima a hacer lo que sabes que está bien, y a apartarte de lo que está mal. El Creador puede juzgar justamente a cada persona basándose en la libertad que cada uno tiene para elegir. Tú eliges de acuerdo a lo que tienes en tu corazón; lo que hay en él se muestra en tus obras y acciones.

Eres responsable de tus decisiones, ya sean buenas, o malas. Si no tuvieses la conciencia, no sería así, pero, el hecho de tener esa responsabilidad implica que se te van a pedir cuentas en el juicio.

Tu conciencia no tiene el poder de obligarte a obedecer, simplemente te muestra lo que está bien y lo que está mal; eres tú el que decide, por lo tanto, tú serás responsable de tus elecciones.

Así que cuanto más escuches tu conciencia, más podrás retener la imagen de Dios en tí. Te habrás mantenido sensible a su voz. De lo contrario, te irás endureciendo más y más. Tu verdadero carácter se revela en la manera en que tratas a los demás. Al fin, tus elecciones fijan tu carácter, y tu carácter determina tu destino eterno.

Una persona que vive bajo los dictados de su conciencia, es aquella que vive en una alianza eterna con Dios su Creador[ 1 ] Todos los hombres nacen con una buena conciencia. Al crecer, nos hacemos responsables de tomar decisiones correctas con esa conciencia con la que hemos nacido. Una persona toma deciciones en base a lo que hay en su corazón. Aquello que llene el corazón, rebosará en sus acciones y obras.[ 2 ] El corazón se encuentra conectado a la «voluntad» de una persona. Lo que le motiva a tomar decisiones es evidenciado a través de su voluntad. El corazón es el factor decisivo en su vida, así como en la manera que un juez formula un veredicto al presentarse la evidencia. El único problema es que nosotros traicionamos, a menudo, a nuestro buen juicio y terminamos actuando como jueces injustos. Cada vez que transigimos, o cedemos al mal, nuestra conciencia registra la culpa.

Cuando a alguien no le importa inclinarse al bien que conoce en su conciencia, como resultado, comete actos que expresan su rechazo hacia ésta. Obtendrá su recompensa por hacer lo que sabía claramente que está mal. Cada hombre y mujer es responsable por los juicios que ejerce, buenos o malos. Si no fuera por la conciencia, no habría responsabilidad. El hecho de que la responsabilidad existe, ésta asegura que también haya juicio. La conciencia pide justicia, que los registros grabados sean aclarados.

La conciencia te insta a hacer el bien o a hacer la paces si haces el mal. Provoca sentirte culpable o inocente, dependiendo de las decisiones que tomes. Con certeza, el pecado afecta a la conciencia, pero alguien con una conciencia sana, odiará pecar y hará lo posible por restituir si es que ha pecado.

Cauterizando la conciencia

Nuestra conciecia es sensible por naturaleza. A pesar de tener autoridad para dirigir la vida de una persona, podría ser silenciada por ésta última.[ 3 ] La conciencia no tiene poder para forzar a nadie a obedecerle. Solamente declara lo verdadero y lo falso.

La elección depende de nosotros. ¿Qué haremos con este libre albedrío? El Creador podrá juzgar justamente a la humanidad en base a esta libertad que tenemos. Si deseamos llevar a cabo el mal que hay en nosotros, en lugar el escoger el bien que conocemos, nos condenamos a nosotros mismos. Terminamos violando (silenciando) nuestra conciencia y suprimiendo la verdad en nosotros.[ 4 ] Si esto ocurre, es nuestra culpa, no la de Dios. «Contaminando» (ensuciando) nuestra conciencia al escoger el mal en lugar del bien.[ 5 ] Si continuamos suprimiendo la verdad en nosotros, nos endurecemos por dentro y finalmente «terminaremos entregados » a hacer el mal.[ 6 ] Persistiendo en hacer lo que está mal «cauteriza» (queda marcada, insensibilizada) nuestra conciencia.[ 7 ]

Por supuesto que el mundo ha intentado que la conciencia sea algo «pasado de moda». Al vivir en este mundo, recibiendo los espíritus del mundo, la conciencia es silenciada más y más al grado que nos entregamos a las tendencias de la sociedad. Al ir una y otra vez en contra de nuestro buen juicio, incurrimos cada vez una mayor culpabilidad. Entonces nos degradamos a un nivel humano inferior. De un «Agrado» a un «Degradado». Intercambiando la verdad por la mentira.

Algunos han descendido a una naturaleza inferior, haciendo lo malo y detestable para los hombre. Estos se han «entregado» a una mente depravada. No nacieron así, pero eligieron «ceder» ante las dificultades de obedecer a la conciencia. Ya no vieron «conveniente» mantener acuerdo alguno con su conciencia.[ 8 ] Han «llegado a ser» algo diferente a lo que fueron creados originalmente. Ignorando las alertas de sus conciencias, escogieron entregarse a pasiones degradantes y a la lujuria. En sus personalidades reciben la recompensa justa por su maldad.[ 9 ] Dios es justo, él les restringió tanto como fue posible, con la ayuda de sus conciencias, pero ellos no desistieron de hacer lo que «sabían» que era maldad.

La voz interna de la conciencia termina siendo destruida por completo (porque el mal no conoce límites o linderos). Una vez que has traspasado un lindero, será más fácil traspasarlo otra y otra y otra vez hasta que... pierdes por completo el temor a Dios, y también el temor al castigo.[ 10 ]

Únicamente cuando la «lámpara» se ha extinguido,[ 11 ] la gente se hunde en profundidades de pecado y degradación, al punto de no retorno.

Únicamente cuando la «lámpara» se ha extinguido, ahí hay completa oscuridad y uno «se vuelve» reprobado, sin valor y ausente de todo bien. Es en este estado que la conciencia se vuelve disfuncional (deja de funcionar). Uno ya no reconoce o se siente culpable, en lugar, su silencio se implica en apoyo al mal. Te defiende cuando hacer el mal y de acusa al hacer el bien.[ 12 ] A esto se le llama «mala» conciencia, (perversa, torcida, disfuncional). A pesar de que la culpa es un hecho y no una emoción o sentimiento, solo aquellos que tienen una buena conciencia pueden sentir pena y angustia por su pecado.

A pesar del hecho de que la mayoría han caído a su naturaleza inferior, muchos aun pueden reconocer la culpabilidad en sus conciencias. Aun no han rechazado la conciencia por completo, pero viven al límite, arriesgandose a cruzar. Aun pueden ser  rescatados antes de que su destino dea «sellado» Todo depende de su capacidad para escuchar y responder a esa voz interna de su conciencia.

Vivir con una buena conciencia

Una «buena» conciencia es funcional, no disfuncional. «Buena» no significa «perfecta», pero manteniendo una habilidad sana para funcionar adecuadamente. No se encuentra «fuera de servicio» sino que se encuentra «en servicio», con la exactitud para establecer estándares claros. Existe una lucha de por vida para todo aquel que desee vivir con una buena conciencia. Aquellos que preseveren en hacer el «bien» sufrirán en esta vida. Estarán dispuestos a pagar por ello. Ellos consideran la recompensa por una buena conciencia mucho mayor que el de cualquier satisfacción egoísta que sus bajos instintos les impulsen a explorar. Han sido entrenados para discernir lo bueno de lo malo, también tienen esperanza en una mejor vida después de la muerte.[ 13 ] Temen a Dios y creen que es recompensador de aquellos que le agradecen y le reconocen. Estos son los justos de la tierra. Consistentemente escogen hacer lo bueno y justo. El fruto de sus vidas es obvio. No ceden tan fácilmente a las obras baratas y degradantes. Poseen integridad y saben discernir sin temer por defender lo que saben que es bueno y justo. Por eso la gente que vive de verdad por medio de la alianza de la conciencia no se les engaña tan fácilmente con «la mentira» e hipocresía de las religiones inventadas por el hombre.

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